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sábado, 12 de mayo de 2018

El camino de vuelta

Hace cerca de dos años el tremendo golpetazo que le propinó la vida lanzó su cuerpo a miles de kilómetros de la normalidad y le dejó completamente conmocionado justo en medio de la nada. Creo que a tan solo unos milímetros de un horrible precipicio. Pero se libró. Desde entonces Ángel camina con tranquilidad exquisita y tesón renacido de vuelta a casa. Ayer estuve con él en un taller de reparaciones de lesionados cerebrales, una especie de gimnasio para fortalecer la masa muscular del ánimo y entrenarse a fondo para recuperar el aliento robado. Los monitores se empeñan en hacerles el boca a boca a las extenuadas conexiones nerviosas de los pacientes y a la vez engrasarles las bisagras del alma, mientras éstos retuercen sus cuerpos endiablados para enseñarles por la fuerza a revivir. Un lugar maravilloso en el que, nada más entrar, llama poderosamente la atención esa intensidad con la que, en medio del silencio, se perciben los latidos de la emoción. 

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